miércoles, 18 de abril de 2018

Reseña de ¡VIVA EL PALÍNDROMO! por HARIEL MARCILIO



Hace exactamente cinco años, aparecía en el blog de REVER una nota en la que un palindromista, director y productor de cine, nos hablaba efusivamente sobre una película de nombre Anina, * la cual acababa de ver en un festival de cine de Buenos Aires llamado  BAFICI.  Una hermosa cinta animada en la que los palíndromos jugaban un papel fundamental. 


Cinco años más tarde, el creador de aquella nota, Tomás Lipgot, estrena en este mismo festival ¡Viva el Palíndromo!” una película documental en la que los palíndromos no sólo juegan un papel fundamental, sino que son, a la vez, el juego, las reglas y el papel, el bueno, el villano, el personaje que pide ayuda, el héroe, la chica linda, la friki incomprendida, la reina de la noche, el clown, la música, las imágenes, principio, nudo, desenlace y también la moraleja. 



Tuve el gusto y el honor de asistir al estreno de “¡Viva el Palíndromo!
Haré una humilde reseña. 

La peli me generó muchas de las sensaciones que siente uno al escribir un palíndromo, me reí, me entusiasmé, me emocioné, sentí muchas ganas de compartirla, y por sobre todas las cosas, me sorprendí.

Para escribir palíndromos podemos estar minutos, horas, o días. Bien, pero... ¿Cómo hacer para que una película hable 99 minutos de estos cosos reversibles sin ser un bodrio? Realmente despierta curiosidad. El tema es que nuestros amigos espejados no aparecen espontáneamente en el mundo. Sino que son creados por otros personajes, unos humanos igual de inusuales y sorprendentes. Pero a la vez, y sin miedo a contradecirme, parece ser que aparte de ser creados por estos humanos, también aparecen espontáneamente en el mundo. En la simetría de los los paisajes, las plantas, los animales, en los boletos de colectivo, en la arquitectura, en las marcas comerciales, patentes de autos, en el ADN…. La cámara no se cansa. Y va por ahí, siempre llena de curiosidad. Se mueve por una montaña, por una escalera,  formando una fotografía que te hace pensar en detener un momento la película para poder ver la foto un rato más, y vuelve y se queda en la sonrisa más tierna y transparente que existe, la de una palindromista que querés ir a visitar ni bien termine la peli. La cámara te muestra un laberinto, un edificio, un palíndromo casual en la etiqueta de un frasco, un dibujo simétrico en el cielo, y un manojo de hombres realmente geniales cuya adultez no tiene nada que envidiarle a su niñez. De esos tipos, que no conocés, pero sabés que son tus amigos. 

¿De qué habla esta peli?  De neurociencia, de matemáticas, de física, de historia, de música, de religión, de arte, de amor, de pasión, de filosofía…Los palíndromos, tan restringidos, tan rígidos, de pronto son de un material noble y maleable hasta el infinito. 

Todo el film está minuciosamente musicalizado, pero la estrella es su canción homónima y leitmotiv ¡Viva el Palíndromo!” que viaja junto a Tomás a lo largo de toda la película. ¿Llegará la barrabrava de Boca a vociferar esta melodía alguna vez para dejar sin armas a la hinchada de River? No lo duden. ¡Que venga un anagramista ya y que cante a voz en cuello su canción de los anagramas! ¡Si es que existe! Bueno. ¿No existe? No importa. Que venga y cante con nosotros nuestro himno palindromista. Una verdadera canción de amor desinteresado y apasionado. Una canción que representa lo minuciosamente desopilante que puede ser el mundo de un palindromista. Fuera de broma, esta canción emociona. Desde la versión en la voz y el piano de su creadora hasta la versión en la que cantan los miembros del CPI, cuya producción y arreglos son alucinantes. Más las versiones bonus de los títulos.

También dentro del documental hay un corto animado genial. Y muchas cosas más, en serio. Pero no quiero hacer mucho más spoiler.

Para mí los palíndromos son magia sin truco detrás. No hace falta mirarlos poquito por miedo a que se rompa el hechizo. Una vez que el pali está hecho, está ahí, para siempre. Irrefutable, porque esa es su naturaleza, la simetría, una regla que va más allá de nosotros, y que existe antes que nosotros. Creo que el director logra mostrar eso, esa magia, que es apta para adultos. 

La película es un viaje, una celebración, un festival, una reunión, un brindis, una tertulia, y un poco de meditación.
Es contagiosa. Muestra lo excéntrico y poco usual de nuestra tarea de palindromistas sin soltarle la mano en ningún momento al que acaba de observar o escribir un palíndromo por primera vez. (Estoy seguro que más de un “casto palindrómico” tuvo su primera vez luego de ver esta peli.)

Y para nosotros, los amantes de la simetría, es un deleite, y, sin ganas de sonar solemne, una hermosa, hermosa bandera. 

Gracias Tomás, gracias CPI, y a todos los que participaron en la película. ¡Viva el palíndromo! 

Reseñó: 
Soy (o soñé ser)
 Hariel Marcilio



Buenos Aires 18/4/18

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